Sobre tibores y taburetes
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No solamente es absurdo, sino totalmente irresponsable,
pensar que Cuba debe abrir las puertas de sus fronteras
de par en par.
Sobre tibores y taburetes
por Pedro González Munné

  No solamente es absurdo, sino totalmente irresponsable, pensar que Cuba debe abrir las puertas de sus fronteras de par en par. Durante décadas he sido, en contra de mis intereses personales y políticos, abogado incansable de levantar las restricciones absurdas que mantienen de rehén a la familia cubana, de los vaivenes políticos de ambos lados del estrecho de la Florida.
  No voy a hablar aquí de las imposiciones de pasaportes, visados, permisos y cuanto retruécano burocrático se les ocurre en La Habana para exprimir al emigrado, el cual está sin derechos y muchas veces sale con la ropa que le cuelga en la espalda, pero para volver debe gastar $700 dólares cada seis años por la esperanza del regreso, "trámite" que le representa el Minrex cubano mas de $350 Millones de dólares cada año, solamente en los EEUU.
  Ni siquiera me voy a molestar hablando de los cónclaves partidistas, puesto que nunca he pertenecido a ellos -a pesar de lo que se desgañitan algunos en la calle 8 de Miami, llamándome comunista a trocha y mocha. No que no piense que sea importante para el destino de todos: el ser revolucionario y romántico, no me permite abandonar lo concreto del realismo mágico, pero vamos al punto.
  Es hora de entender que contra Cuba hay una guerra y quienes viven en Miami es, sencilla, clara e impúdicamente porque no quieren vivir en La Habana, o en Guantánamo que para ello es lo mismo. Quienes nos fuimos no somos aquellos que viven adentro y por lo tanto, a pesar de la tanta palabrería y concepto impropio que se derrame: no tenemos la misma visión de la realidad cubana del que la sufre, o al menos la vive.
  Por tanto es hora de entender que los cambios, las transformaciones, los decretos, ucases y cuanta palabrería aparezca en el papel periódico para disfrazar las voluntades de una clase gobernante, siempre responderán a los intereses de quienes ocupan la silla del poder, tanto sea en La Habana, como en Washington, donde continúan derramando millones sobre el exilio de Miami.
  No invierten en ello los señores imperiales porque les importe un bledo el bienestar del pueblo cubano, sino para calmar a su ganado electoral, sus corderos políticos obedientes que lo mismo votan por quien los aplasta, que participan alegremente y sin ruborizarse en cuanta aventura criminal se les ha ocurrido en estos 53 años, lo mismo contra su propio pueblo aquí que en cualquier rincón del planeta.
  Por tanto, está bueno ya de lloriqueos, plegarias, convocatorias, conferencias y panfletos: Cuba va a abrir la puerta a quienes quiera, cuando quiera y en la forma en que quiera -tanto para un lado -salir- como para el otro -entrar.
  Así que aquellos allá  que se afilan los dientes pensando en los filetes de su dinerito mal habido del Imperio -venido o por venir-, los ilusos que sueñan en los parques de los pueblos, sin ocuparse de la vida cotidiana con éste El Dorado de Miami -no la tienda construida con el lavado de la droga sino el  concepto territorial del pantano maravilloso-, o los que aquí piensan que luego del abandono viene la mágica reconciliación: sigan llorando en los micrófonos del tibor radial de la calle 8, o cómprense un taburete, porque esto es para largo, o tal vez, si les motiva, ocúpense de su vida aquí que los de allá van a decidir sin pensar en ustedes, los de aquí.
 
Coral Gables, FL Enero 7 de 2012
Por Pedro González Munné