Ser o no ser
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Me advertía una de mis bellas profesoras de sicología, allá en las refrescantes aulas de la Universidad de la Habana, de los peligros de la ilusión. “Ilusionarse con algo es malo”, decía con aquella media sonrisa imperdonable: “la vida siempre tiene una forma exquisita de apearte a la realidad”. Exquisita era ella, estúpido su marido, pero esa es otra historia.
De nuevo nuestro inteligente trío de congresistas federales nos ha dejado desnudos y en el tejado caliente. Al menos al llamado “exilio cubano”.
Fidel esté vivo y coleando, celebrando su cumpleaños 80. La transición está a pleno vapor en Cuba y la política de Washington está dirigida a satisfacer los intereses planteados por nuestros prohombres congresistas (perdonen los gays y las lesbianas, pero uno nunca sabe) a nombre de sus constituyentes: eviten otro Mariel, repartan más dinero y perdonen nuestros pecados contra el Medicaid y el desfalco al dinero público en el sur de la Florida.
Ahora sí que hay que estar atentos, porque la invasión viene pronto y está dirigida al asalto sin cuartel al dinero público, es decir a los impuestos que usted y yo pagamos.
Hay quien no está de acuerdo en que digamos estas cosas. Eso nos cuesta lectores y suscriptores, pero no seríamos éticos si evitáramos decir lo que le molesta a algunos. Nuestra profesión nos obliga a decir lo que pensamos y basarnos en lo que podemos comprobar.
Cuando uno se enfrenta a un crimen, siempre la solución más directa para encontrar al culpable es buscar quien sale beneficiado con esa acción.
¿Y quienes han salido beneficiados en los últimos 50 años con la guerra incesante contra el dinero público destinado a la Guerra contra Cuba?
Las 200 familias que controlan a esta comunidad. Ellos no estuvieron en el circo montado en el Versalles, donde se vendieron miles de banderas y pullovers y consumieron otras tantas croquetas y pastelitos de guayaba.
Ni siquiera han ofrecido una plataforma para aprovechar la situación a favor de la causa que ostentan: la libertad de Cuba.
¿Saben por qué? Porque lo único que quieren liberar es nuestros flacos bolsillos. No hay interés en estos congresistas y sus jefes en traer dinero para nuestra comunidad. No hay interés en nuestros prohombres en mejorar el nivel de vida, el transporte, la vivienda asequible, la educación y otros tantos problemas que tenemos.
Su único objetivo es deslumbrar a los tontos con la capa roja del comunismo y moverles otros diez años más la espera para un cambio en su futuro, ya que el presente es de por sí demasiado amargo y cruel para todos.
Sigan siendo carneros, sigan permitiendo que los arreen de un lado a otro y los esquilmen estos personajes que se han hecho multimillonarios con el dinero de impuestos que tan duramente pagamos. En definitiva ustedes nunca serán libres: son tan cipayos que se olvidaron hasta del sabor de la dignidad.

Por Pedro González Munné