El salario del miedo
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A la hora de ser justos no todos los colegas en Miami padecen del mal de la entrepierna núbil. Algunos han sido veloces en comprender como sobrevivir en esta finca con semáforos con ínfulas de metrópoli.
  Los héroes de la estampida, trasplantados a esta ciénaga por voluntad imperial hace más de 50 años, con su séquito de secuaces, rameras y capellanes, se han enriquecido participando en las alegres aventuras norteamericanas en Centro y Sur américa, Africa y hasta Europa, terminando este pantano en refugio de asesinos, terroristas y criminales de toda laya, cuyo pago por servir al poderoso ha sido este pudridero de sus pellejos al sol.
  Pero no han recibido solamente el regalo de la residencia y el perdón a sus pecados. Durante décadas el imperio ha otorgado decenas de millones de dólares del contribuyente a sustentarlos, como recompensa a sus servicios de mercenarios, en el asesinato politico, el terrorismo y cuanto aventura criminal se les ha exigido, hasta en el propio territorio norteamericano.
  Los listados de pagos multimillonarios de instituciones como el Fondo Nacional para la Democracia (NED) y la USAID, saltándose alegremente las propias leyes y regulaciones federales, las cuales expresamente prohíben sufragar programas de este tipo en su territorio, son, en el caso de la comunidad cubanoamericana, un prontuario de ex miembros de instituciones de inteligencia, criminales y hasta terroristas convictos y confesos.
  Es por tanto muy difícil para cualquier periodista, reportero o editor en Miami ir en contra de la corriente, porque las represalias contra quienes se oponen a los intereses de estos criminales, bien financiados y equipados, incluyen el terrorismo económico, como bien le dijera el difunto colega Enrique Milián, víctima él de una bomba cuyos autores nunca fueron ante la justicia, al también difunto Jorge Más Canosa, artífice de la ruina de la emisora de radio y otras empresas de Milián.
  No se trata aquí de conceptos escolásticos como “libertad de expresión”, “democracia” y “libre intercambio de ideas”, sino de la cruel realidad de la represión contra quien escriba o ponga al aire una palabra en contra de estos grupos, pues no solamente lo ponen de patitas en la calle, sino que lo vetan para cualquier posición en la prensa de este territorio libre de los Estados Unidos, es decir, libre de las leyes norteamericanas.
  Ejemplos sobran, de amenazas, ataques y enfrentamientos cotidianos en las calles de Miami y ahora, en medio de una feroz campana electoral por la presidencia del país, los demócratas se ven ante la disyuntiva del destino de esos millones de dólares pagados por la Administración Obama a estas “organizaciones exiliadas”, hacia financiar los ataques y falacias en su contra en la prensa hispana local, con las correspondientes loas cotidianas al candidato republicano.
  Cosas de este país, las contradicciones del sistema político y los intereses imperiales, pero quienes en redacciones y emisoras, en pasillos y calles, nos enfrentamos cada dia a estos grupos criminales, entendemos muy bien lo difícil de renunciar al salario del miedo, porque la disyuntiva no alcanza solamente a los periodistas, sino a sus familias y a quienes apoyen el derecho a exprear sus ideas.
  Es hora para la prensa y las instituciones norteamericanas, tan acostumbradas a mirar la paja en el ojo ajeno y “denunciar” abusos a los derechos humanos y la libertad de expresión en los cuatro rincones del mundo, de enfocarse en Miami, pues la necesidad de justicia para esta comunidad, rinconera de criminales y terroristas en pleno siglo XXI en los Estados Unidos de Norteamérica, no espera más.
Por Pedro González Munné