Ni de un lado ni del otro
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  Hace tiempo, tan lejos en el recuerdo, cuando dejé de escribir para complacer y eso se lo dije apenas fresquito en esta ciudad a Jorge Mas Canosa, cuando en su oficina del South West, decorada con fotos de sus relaciones políticas, me ofreciera ser Editor de este periódico: “lo voy a comprar y puedes contar con ese trabajo…”
  Pero no es fácil cambiar tu forma de ser y como me dijera aquella, mi maestra, Moravia Capó, enterrada en esta ciénaga de la angustia: “el precio del honor que se vende es superior a lo que vale…”. Se ganaba la vida aquella viejita escuálida dando clases particulares en su apartamento frente al parque Colón, allá en mi pueblito pinareño.
  Pero no escribo esto –mi tercer artículo aquí en casi 20 años en esta finca con semáforos- para El Nuevo Herald por los recuerdos, sino porque aquellos polvos de mi tierra trajeron estos lodos de la radio aquí y como consecuencia la actual reyerta entre sirios y troyanos, o judíos y cristianos, ¿izquierda y derecha?, o como se les ocurra en este pueblo tan dado al nombrete y al relajo.
  Quiero reconocer ante todo mi culpabilidad. Esa Radio Miami resonando en las ondas la organicé y el plan de Radio Progreso en Internet también, hace años. No tengo nada que ver con el Sr. Edmundo ante quien me descubro por su talento artístico: saltar de la derecha a la izquierda, sin tocar el centro tiene mérito. Me quito el sombrero –si lo tuviera- ante ese don.
  Señores: los ataques a las agencias de viajes y compañías chárter por anunciarse en determinados programas no tienen nada que ver con los principios, o el estilo de conductores, productores o emisoras: es un problema de dinero. Sencillo: el mercado no crece y la competencia es fiera, así que todo se vale.
  Durante décadas, impunemente, agencieros y charteadores, exprimieron a la comunidad cubana moviendo los precios en la medida de su ambición, contando con un mercado cautivo dependiente de ellos para hacer llegar a sus seres queridos el dinero duramente ganado, los humildes paquetes de esperanza o simplemente viajar a la isla.
  Las autoridades federales se han hecho de la vista gorda ante operaciones abiertas de lavado de dinero, fraude al fisco y la violación cotidiana de las regulaciones al permitir casos como la operación fraudulenta de algunos Chárters con los llamados talibanes de los viajes a Cuba, malhechores que hasta desde el maletero de su auto venden pasajes, recogen dinero y paquetes y estafan miserablemente a la familia cubana.
  No me entiendan mal, nadie está limpio de culpa y no soy juez, sino parte de esta industria, pero sí quiero hoy tirar la primera piedra.
  Es hora de que exijamos todos a las autoridades federales, estatales y locales que actúen contra los malandrines, estafadores y miserables depredadores de la familia cubana, con una vara sencilla y justa: apliquen la ley y las regulaciones establecidas. No hay nada por inventar, ni nuevo a crear.
  Y por cierto, no se preocupen cuando alguien se encarama en uno de estos cajones de bacalao radiales y la emprende con insultos, medias verdades y calumnias contra otro. Es la vil envidia y el hecho simple de que aquél recibe –o piensa él que recibe- más billetes.
  ¡Y ahora hablen de mí!

Por Pedro González Munné