De Príncipe a Mendigo
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Opinión:
  Recuerdo a Jaime Ortega Alamino cuando era Obispo en Pinar del Río. En ese entonces yo presidía allí la Brigada Hermanos Saiz de escritores y artistas jóvenes y murió en un accidente automovilístico un poeta católico pinareño, Jose Garrido, viajando en Santiago de Cuba con el padre Jose Conrado -hoy allí todo un "teólogo de la liberación". Nuestra primera confrontación fue entonces al despedir el duelo en el cementerio católico de mi pueblito, con sendos discursos por cada bando.
  Entonces pude calibrar las ambiciones políticas del entonces Obispo, a la par de su inteligencia. No fue la última vez que nuestras vidas se cruzaran en el transcurso de nuestras carreras profesionales y a la vez, por supuesto, de la fe.
  Ahora este correveidile a Washington y La Habana del "Príncipe" de la iglesia cubana, esta vez de VIP y liberado de las humillaciones sufridas en el aeropuerto de Miami, al llegar con su pasaporte gris de cubano, le ha conquistado el odio del exilio cubano, algo inexplicable pues se suponía que sus gestiones en pro de la liberación de presos y las llamadas "Damas de Blanco" seria para ellos algo positivo y sin embargo demostró, una vez mas, que con esta gente no hay arreglo.
  La Iglesia no ha durado 20 siglos por gusto y al Vaticano le interesa promover intenciones y posiciones en un país mayoritariamente creyente de la santería, el cual sin embargo, por su relevancia internacional y sobre todo continental, pudiera ser puente para otras intenciones de la curia. Todo ello sin apartar el sentimiento cristiano de mejorar las condiciones de vida del pueblo cubano, tras 50 años de un embargo terrible a manos del país mas poderoso del mundo.
  Los buenos oficios del Príncipe Ortega, las intenciones del Vaticano y hasta las presiones de grupos católicos en este país, no serán suficientes para torcer la mano de un Presidente Obama timorato y vendido a los peores grupos hegemónicos  de los Estados Unidos. Sin ser demasiado pesimista, las intenciones imperiales con Cuba, un país que no está, no ya entre sus prioridades, sino ni en el menú de los problemas internacionales urgentes que enfrenta.
  De Príncipe devenido a Mendigo, de Obispo de una feligresía limitada y cada vez menor, al desprecio de otra al Norte donde el grupo más vociferante y radical lo califica de traidor, el papel de Ortega Alamino puede llevarlo lejos, tal vez al Vaticano, pero sus buenos oficios no lograrán resolver la separación por cinco décadas de la familia cubana, por la soberbia del imperio y el odio de la generación perdida de esta Ciénaga.
  Tal vez orar sea la mejor vía y dejar en manos de Dios la solución a los problemas, porque manos de los hombres, sobre todo con los que se ha entrevistado el Cardenal, no guardo muchas esperanzas.
Por Pedro González Munné