Editorial

Más de lo mismo
Por Pedro González-Munné
  Las declaraciones sobre la posibilidad del levantamiento del embargo a Cuba, marcan otra etapa en la pedantería de la Administración Bush en su errática y precaria política exterior, no solamente con una pequeña isla del Caribe, sino con el resto del continente americano.
  En primer lugar los Estados Unidos como país y el actual Gobierno de Washington, no son ejemplo de democracia, ni liderazgo en su propio país, cuando tenemos enfrente el aniversario de la devastación del huracán Katrina a los estados norteamericanos del sur y en especial a la ciudad de New Orleáns.
  Falta de compasión, liderazgo y flagrantes fallas en el respeto a los derechos humanos de sus propios ciudadanos, no son ejemplo para mostrar al mundo lo que son y mucho menos, decirle a otros lo que deberían ser.
  Si vamos a hablar de represión, restricciones y falta de libertades, pudiéramos empezar con los propios ciudadanos y residentes norteamericanos de origen cubano, a los cuales no sólo se les prohíbe visitar a sus familiares, sino que se les espía y controla cuando intentan enviar su propio dinero en ayuda a sus seres queridos en la isla.
  ¿Dónde está el Gobierno federal cuando un cubano americano intenta a viajar a la isla a visitar a su gente o ejercer su derecho constitucional de practicar su religión, la santería, la mayoritaria del pueblo cubano?
  Restringiendo sus movimientos, encareciendo el proceso de viajes al no permitir a las aerolíneas nacionales poder realizar esas rutas. Pero volvamos a la política exterior y a los intereses nacionales.
  Si el propio Departamento de Estado reconoce su impotencia de imponer “soluciones” para que el pueblo cubano sea “capaz de escoger su futuro”, entonces por qué limitar los viajes a la isla.
  ¿No son los mejores embajadores del sistema de vida capitalista los emigrados cubanos americanos que disfrutan del sueño americano?
  Si tanto desean un “diálogo interno” entre cubanos: ¿por qué cortar los puentes?
  Tal vez la respuesta está en que la Administración Bush no está interesada en establecer relaciones normales con Cuba, ni siquiera cuando lo exige la comunidad internacional, como demuestran las votaciones periódicas contra el embargo de las Naciones Unidas.
  Mientras Washington dependa de los “intérpretes” de la realidad cubana de Miami, conocedores de tercera mano, profesores errados perfectos y analistas de pacotilla, aupados con el dinero federal, no hay prueba de intenciones no ya siquiera “honorables” sino reales de comenzar un acercamiento.
  La primera apertura política se necesita en Washington, con una política de respeto, comenzando por el reconocimiento de la historia de las relaciones entre los dos países y de los valores de la Revolución cubana, construida no por un hombre, sino con el sudor y la sangre de toda una nación.
  La generalización de los procesos históricos, basándose en la prepotencia y la ignorancia conducen a disparates descomunales como los genocidios recientes de Vietnam e Iraq, manchas en las tradiciones y la historia del pueblo norteamericano.
  No puede existir entendimiento sin respeto, ni concordia sin humanidad.
  No esperemos peras del olmo, señores.

Coral Gables, FL, Agosto 24, 2006