Manifiesto para el dolor
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Es hora de convocar a la emigración, a los verdaderos cubanos que han probado su amor por Cuba, a combatir por su Revolución y contra los enemigos, afuera y adentro.
Creo que esto no aguanta mas, no porque la economía este mala, o porque el petróleo se demora, o los turistas americanos tal vez vienen, sino porque entre nosotros mismos no encontramos la palabra mágica para las llaves de la sinceridad.
Pero para mí es sencillo: se llama respeto.
Respeto a la emigración cubana que ya suma millones de cubanos desperdigados por el mundo.
Respeto a quienes disienten con amor y no se escuchan.
Respeto al futuro que pasa por las miserias del presente.
Hemos presenciado en silencio y sufriendo durante demasiado tiempo los dislates de la política, los egos de los ilustrados, las perretas de los consentidores. Pero ya basta.
Con la familia y nuestros demonios a cuestas hemos sembrado futuro en las cuatro esquinas del horizonte, siempre con la pregunta: ¿hasta cuándo? Y hoy, cuando la Patria nos necesita a todos, se cierran las puertas, suenan cerrojos y aldabonazos de histeria llegan de las plañideras.
No es un tema de partidos, no es asunto de manuales, ni siquiera trama de discursos: la realidad es una, necesitamos una Nación con todos y por el bien de todos, donde el derecho sea la justicia, donde no se time a la esperanza, donde la fuga no sea el refugio, donde todos y cada uno seamos, al fin de cuentas, cubanos plenos.
Me canso de papeles para el regreso, de pagar con esta verde moneda de patriotas ajenos los minutos del encuentro, las cartas de la desesperanza y de ver en mi gente, en cada regreso de su tierra, la tristeza del encuentro truncado y las separaciones imperfectas.
Ni soy político, ni profeta, ni iluso, pero hace tiempo que dejé de ver, en esta ciénaga de la angustia, donde mi gente, a sudor y sangre ha plantado flores, la necesidad de orgullos o el brillo de medallas: el momento es ahora, o la historia, es decir, el pueblo, le pasará la cuenta a quienes no poseen la virilidad ante la tempestad y la respuesta acerada, y necesaria, del honor postergado.
Es hoy cubanos, que la Patria debe contemplarnos orgullosa.
Por Pedro González Munné