El Cordero de la ofrenda
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  La imagen de Ariel Sigler en su silla de ruedas al llegar hoy en la tarde al aeropuerto de Miami fue desgarradora como era de esperar: demacrado, pálido y trémulo, es un ejemplo de lo que la prisión y los intereses políticos pueden hacer de un hombre. Llegó en un vuelo chárter de la compañía Rey de los Cielos, nombre, que si no fuera un tema tan sensible, sería hasta irónico.
  Pero lo patético del espectáculo no fue la desalmada exposición de sus miserias para las cámaras, sino la limosna en dólares que le entregaron de una "colecta popular".  Ni un centavo salió de las grandes fortunas del "exilio", ni siquiera aquellos que se han hecho millonarios con la industria "por la libertad de Cuba" tuvieron la decencia de pagar por sus gastos médicos: el inválido fue a parar a un hospital de pobres.
  Allí estará junto a los negros, haitianos, indocumentados y tantos y otros desfavorecidos por la suerte por no tener un seguro médico para arropar sus dolores, pues ninguno de los multimillonarios de esta comunidad, algunos de ellos médicos, se encargó de un pobre paralítico, el cual llevará, de no dudarlo y como son los costos de este país, cientos de miles de dólares en tratamientos.
  Como era de esperar hubo procesión de alcahuetas, políticos y gendarmes: todos esperando las monedas del titiritero mayor, el cual escoge muy bien a sus víctimas, por la ganancia de la imagen y el mensaje potente, apuntado al pueblo norteamericano. Ya comenzaron las apelaciones de "campos de concentración" y los clamoreos estilo Miami: el perpetuo muro de las lamentaciones del exilio.
  El amontonamiento de políticos y personajes locales, más abundantes esta tarde que asistentes, curiosos y periodistas , era un despelote tal para robar cámara y destacarse ante el héroe del momento que ante tanto flash y acoso se desmayó el pobre en medio de discursos y vítores, mientras los miserables se afanaban y atropellaban por un mejor lugar en la foto.
  Otro cordero para las entrañas del monstruo, otra ofrenda al altar del odio, la miseria humana y la codicia que son las miasmas terribles de esta ciénaga de la angustia.
  Solo le deseo salud y paz a este hombre, aunque no creo que este sea el mejor lugar para encontrarla, ni existe medicina humana capaz de arrancar los males que esta tarde vi en su espíritu.
Por Pedro González Munné