Limitar los contactos familiares

Arar en el mar
Pedro González-Munné
  Noticias como la de hoy, de manifestaciones de domingo, me traen a la memoria las reuniones incesantes con los propietarios de agencias de viajes y compañías de alquiler de aviones (charters) a Cuba para lograr el apoyo financiero de una industria multimillonaria, con vista al establecimiento del cabildeo y de un fondo común para la defensa legal.
  Quienes se enriquecieron con la industria de viajes a Cuba –por supuesto, con sus honrosas excepciones- y medraron con un mercado cautivo, pagando lo incon-cebible para enviar dinero, paquetes, medicinas o viajar a la isla, nunca en-tendieron la importancia de salir del closet y utilizar los mecanismos del sis-tema para defender su negocio.
  Hoy, con manifestaciones más dirigidas a llenar titulares de hoy y olvido de mañana, hay grupos con la brújula hacia el Sur y no al impacto en la comunidad, invirtiendo sus horas de ocio en diez minutos de acera, pero eso, mis queridos amigos, es arar en el mar.
  Las medidas para reducir los contactos de los cubanos americanos en los Esta-dos Unidos en la isla, no están dirigidas a fortalecer el embargo, ni siquiera a limitar los recursos del Gobierno cubano, pues las instituciones federales conocen de la efectividad del dinero fresco transportado a terceros países por las incesantes mulas.
  Estas restricciones se enfocan a la Nueva Emigración cubana, la cual descono-cen e ignoran tanto los exiliados de diestra y zurda, desprendimientos ellos de la Revolución cubana y aún con el país de los sesenta en la mollera.

El Programa

  Desde el año 1975 y hasta 1994, el Gobierno federal norteamericano ha conce-dido 50,000 visas a cubanos para emigrar a los Estados Unidos y luego de los acuerdos bilaterales, consecuencia de la crisis de Guantánamo, cuando en agosto de 1994 el gobierno cubano permitió las salidas por mar y como consecuencia más de 30,000 personas fueron capturadas por la Guardia costera norteamericana.
  Se establecieron entonces los acuerdos bilaterales migratorios que desde sep-tiembre de 1994 admitieron 20,000 inmigrantes anuales, incluyendo 5,000 de los retenidos en los campos de concentración en Guantánamo.
  La cifra total es de 131,394 (hasta agosto de 2000).
  Estos “acuerdos bilaterales” admitían primero una combinación de inmigrantes, parolees (admitidos con condiciones) y refugiados, incluyendo a prisioneros po-líticos de los 60 y 70. El programa se expandió en 1991 para incluir a los ac-tivistas de derechos humanos, miembros de minorías religiosas, profesionales y otros.
  Hay que recordar que la inmigración desde la isla desde el Triunfo de la Re-volución cubana en 1959 siempre ha sido un factor clave de las relaciones de ambos países, donde en los años siguientes cientos de miles de cubanos abando-naron Cuba, incluyendo los 260,000 refugiados de los llamados “Vuelos de la Li-bertad” producto de los sucesos del Puerto de Camarioca en Matanzas que fueron trasladados desde el aeropuerto de Varadero de 1965 a 1971.
No hay que olvidar a mediados de los 80 la crisis del Mariel, con el éxodo de 125,000 personas, cuando 10,000 cubanos entraron a la entonces embajada de Perú en la Habana.
  Por todo ello se considera que desde 1959 hasta 1980 casi un millón de cuba-nos (el diez por ciento de la actual población de la isla) se asentaron en los Estados Unidos.

Las preguntas claves

  El programa de inmigración actual tiene tres preguntas clave, cuales han ago-tado progresivamente las bases de datos de solicitantes, llevando a la Oficina de Intereses en La Habana a crear un sistema que permite hacer las solicitudes desde Miami e incrementar las opciones de selección de candidatos.
  Las preguntas son: ¿tiene un nivel de educación superior a técnico medio? ¿Tiene al menos tres años de experiencia laboral? ¿Tiene familiares residentes en los Estados Unidos? Por supuesto que existen las condiciones médicas y de antecedentes penales.
  Este interrogatorio tan sencillo conduce a una selección étnica y de nivel educacional dirigida a permitir una emigración con mayores oportunidades de in-tegrarse rápidamente y a bajo costo a la fuerza laboral del país, pero sobre todo, lo más blanca posible.
  En un país como Cuba, donde el mestizaje supera el 70 por ciento de la pobla-ción y la emigración es en su conjunto blanca, clasificaciones como ésta llevan a eliminar a los negros y los mulatos.
  Pero no todo el mundo viene a Estados Unidos legalmente, hay quienes no pue-den o no quieren esperar, o no son admitidos y para ellos está la vía de las lanchas, donde se pagan hasta $10,000 por asiento o los verdaderos balseros, cada vez más la minoría.
  Según cifras de la Guardia costera y la Patrulla Fronteriza desde 1982 hasta la fecha se han detenido 60,213 inmigrantes por la vía marítima, lo cual no in-cluye cifras de aeropuertos y fronteras.

Por lo tanto

  Si vamos al concepto de la llamada Nueva Emigración, vemos que en los últimos 12 años, han ingresado a los Estados Unidos 52,607 cubanos por la vía marítima y 131,394 legalmente (hasta agosto de 2001) para un total de 184,001 con esas cifras parciales.
  Vamos entonces a especular que en los últimos cinco años esa cifra se ha man-tenido al promedio de 18,770 admitidos desde 1994 al 2001 y agreguemos otros 93,850 (2001-2006) a esa cifra para 277,851 en doce años.
  Una emigración mixta, de personas educadas en el período revolucionario bajo aquel sistema la mayor parte de su vida, con familiares, relaciones y recuerdos recientes de la isla, además creyentes de la santería (la religión mayoritaria en Cuba) y sobre todo: con una vinculación directa con la isla.
  No queremos especular de cuántos cubanos han cruzado la frontera pero sí sa-bemos que más de la mitad de los de primera generación residente en los Estados Unidos y Puerto Rico tienen un pasaporte cubano o envían dinero y paquetes a la isla, lo cual dice mucho de sus relaciones o intenciones de cortar los lazos con Cuba

La nueva emigración

  Esta es por tanto la nueva emigración que para nosotros supera las 350,00 personas y se han asentado ya no sólo en Miami, sino en diferentes estados de la Unión norteamericana, creando sus vidas y manteniendo sus lazos con sus fa-miliares y amigos en la isla.
  No son exiliados, no son enemigos, son sencillamente inmigrantes económicos.
Tan inmigrantes como los 800,000 cubanos que se han asentado alrededor del mun-do y tienen fuertes colonias en España, México y tantos otros países del conti-nente y del mundo.
  Hacia ellos están dirigidas estas medidas y a los hijos de quienes se asenta-ron anteriormente, o a quienes han dejado a un lado el rencor y quieren restau-rar sus lazos con Cuba.
  Esa es la cantera hacia donde hay que dirigir los esfuerzos para cambiar la legislación actual, hacia esos ciudadanos, residentes y cubano americanos en general que sobre todo, no son enemigos, somos todos cubanos.
  La palabra de orden no es tertulias y exclusión, sino integración y marcha. Por ello, lo importante es convencer y actuar dentro del sistema al cual hemos decidido venir a vivir y asentar nuestras familias.


Coral Gables, La Florida Julio 7, 2006