Convite de viles
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Padre, a ti te pido, yo, que he disfrutado pecar con alevosía y deleite menos uno en todos tus mandamientos, y por ello acecho cada noche con pólvora en mis dedos, este acerado sabor a sangre y el ansia de Eva en cada aliento, te pido, Padre, me des fuerzas para pintar mi piel de esperanza y sobrevivir al convite de viles que nubla la felicidad de los míos.
Te pido Dios, humilde, contrito, pero orgulloso de tu obra en mi, que perdones a los carceleros de mis hermanos, Gerardo, Rene, Antonio, Ramón y Fernando, pues no saben que nada encierra la dignidad de un hombre, cuando su espíritu está en el pedestal de los suyos.
Solo quiero, de ti, que no me dejes ceder a este mal, fuera de alivio humano, sembrado en mi pobre espíritu quebrado por la herida de los míos y me vaya antes de ver libres a mis cinco hermanos, en brazos de los suyos.
Y, si no fuera mucho pedir, quiero por última vez, ver en la luz de tu puerta a mi pueblito polvoriento, dichoso, abierto, con todos y para el bien de todos.
Gracias Dios por esta vida, por mis hijos, las agonías del amor y sobre todo mi islita verde, perdida una vez en el mar y hoy, en tus manos, camino de ser de ya no más faro, sino ruta del regreso de tanto cubano errante.
Y también, por qué no, te doy gracias por mi fe y por ser como soy: altanero, insaciable, indiscreto y sobre todo fiel, con mi libre albedrio, a tu pecado.
Por Pedro González Munné