Nuestros hombres en la Habana
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Cazando entre las palmeras:
  Vamos a llamarlo Jim. Él es uno de los cinco agentes del Departamento del Tesoro asignados a la difícil y arriesgada tarea de perseguir el turismo ilegal estadounidense en La Habana. Tienen todo el 4to piso del edificio de la Sección de Intereses (Embajada) en el Malecón habanero, con todo el hardware de vanguardia necesario para perseguir a estos criminales hostigados por el Departamento de Estado bajo la Administración de George W. Bush.
Se trata definitivamente del empleo efectivo de nuestros bien ganados dólares de impuestos
El esfuerzo de Jim es en la calle. Cada mañana abandona la comodidad de su hermosa casa en Si-boney, maneja su Chevrolet azul hacia la Habana Vieja y se mezcla con el bando de turistas, esco-giendo a la persona adecuada para capturar un pedazo de información aquí, una foto sugestiva allá, lo que pudiera ser una buena de una familia Norteamericana comprando maracas de un artesano local.
Pero eso no es todo, también participa con sus camaradas oficiales en la vigilancia conversaciones celulares, correos electrónicos y todo tipo de mensajes que en estos días llenan el éter en la Habana y pudieran contener una pista importante para un caso criminal más importante, como los planes para el contrabando hacia Cayo Hueso de un par de cajas de Montecristos.
Esto no es una broma, estos muchachones son muy reales. Tal vez su nombre no es Jim, pero con certeza están allí cada vez que usted coge un vuelo a la Habana –si no eres un cubano estadouni-dense o parte de los pocos privilegiados con una licencia para viajar- y los verás más tarde en las calles de la Habana, recopilando material para sus informes a Washington, sobre perversos Reverendos de Ohio, llevando suministros médicos a las familias cubanas pobres.
Más de 80,000 estadounidenses viajaron a Cuba el año pasado, a través de las misteriosas rutas del Caribe y Canadá, pero algunos también legalmente, porque el acoso de pasajeros y la prohibición de viajes está en efecto solamente contra los cubanoamericanos, ya sean ciudadanos o no. Si usted es un hombre de negocios, un profesional, un periodista o tiene un trozo de papel de una iglesia, no te molestan, pero cuidado con la anciana de 82 años que va a visitar a su nieto en Sancti Spíritus. Pudiera llevar un regalo para Castro dentro de su blusa.
Ahora el foco está en Miami. Como usted sólo puede enviar $100 dólares al mes a sus parientes 'directos' en Cuba, degradado a $80,00 después de los impuestos locales, las familias tienen que idear formas ingeniosas a través de las famosas mulas para ayudar sus seres queridos.
Cada día decenas de miles de dólares toman diferentes rutas desde Miami a cuentas de terceros países, mejoradas a Euros y transferidas a través del milagro electrónico de tarjetas de débito a manos de otras diligentes mulas en la isla. Entonces por el portento de la inventiva cubana de trenes, bicicletas, caballos y cualquier medio imaginable, llaman a la puerta de una familia humilde como mensajeros de esperanza y alegría.
Pero para nuestro amigo Jim, sus colegas en el Departamento del Tesoro federal y los extremistas de extrema derecha de Miami, eso es peligroso, porque alimentar a los necesitados y ayudar a los familiares es un delito y ahora están expandiendo sus operaciones a las calles de Hialeah y pequeña Habana, a fin de arrestar a quienes participan en este comercio retorcido y por supuesto, ilegal.
No es patético, no es divertido y es muy real, que la política de estos días sea castigar a las personas, separar a las familias y aislar comunidades, en la formas de intimidación con un sentido de odio y temor por lo que aquellos que huyen de la isla persiguiendo la felicidad, se encuentran aquí el verdadero significado de la libertad: algunos somos más iguales que otros.



Por Pedro González Munné