¡Al pan, pan y al vino...!
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  El trasfondo de entretelones en Washington y Miami, el lleva y trae de celestinas y carcamales, desesperados ante la posibilidad de cobrar las migajas de la USAID, restos del maná de cientos de millones de dólares alimento de un exilio sórdido y voraz, apoyo de cuanta intención rapaz tuvieran los peores intereses de este país, continúa desde hace semanas, cuando se avizoran señales de un cambio de política hacia Cuba.
  Muchos amigos y otros tanto que no, en mi reciente página de Facebook saben que he promovido personalmente el entendimiento y las conversaciones con personas cercanas al futuro y hoy Presidente, ayer, anteayer y hoy, así como las donaciones que hoy suman cientos de miles dólares, tanto a él, como a los candidatos demócratas, no porque tuviera un centavo de ganancia en ello, ni tampoco esperanza en sus buenas intenciones.
  La concreta es que los tres temas en los que he insistido, cercanos al pragmatismo remiso tradicional de la política exterior norteamericana hacia Latinoamérica -con sus tres excepciones, de ellos, no mías, Mexico, Colombia y Brasil- iban dirigidos a mejorar las relaciones con el vecino del sur -por extensión un mejoramiento de la imagen continental de EEUU-, o sea, levantar restricciones de viaje a ciudadanos y residentes legales y sobre todo: la libertad de Los Cinco de Miami injustamente condenados.
  La Administración necesitó más de un año para ajustarse a implementar movimientos hacia la isla y hace unos meses su propia secretaria de estado Hilary Diane Rodham Clinton se atrevió a asegurar que era Cuba quien insistía en mantener el embargo (!?) , mostrando la política estúpida y miope del Departamento de Estado.
  Lo real hoy es que la Administración Obama y los demócratas en general le han estado pasando la cuenta al exilio histórico republicano, cortando presupuestos de diferentes fuentes -con la excepción de las organizaciones vinculadas a la inteligencia- y el acceso a la Casa Blanca, llegando al extremo de burlarse de ellos al montar un espectáculo con el showman-espectacular Emilio Estefan en plena calle Ocho.
  Ahora, con las visitas del cardenal Ortega, las señales desde la Habana con la liberación de los presos exigidos por los famosos listados que cambian cada día -donde solo aceptaron a uno aquí por motivos publicitarios evidentes-, se produce un momento político conveniente para dar pasos de acercamiento, sobre todo cuando los consecuencias del embargo genocida y criminal contra la isla señalan otra posible inmigración masiva estilo Mariel, dolorosamente recordada por los viejos demócratas.
  El momento es clave, pero lo más importante es exigir que el imperio primero libere a Los Cinco de Miami, envíe un delegado plenipotenciario para discutir los temas pendientes entre los dos países y flexibilice el embargo, causa del éxodo de cientos de miles de cubanos, muchos de ellos, ahogados en el estrecho de la Florida.
  Si de paso se elimina la Ley de Ajuste cubano, esto pudiera representar el mayor paso de avance de la política norteamericana hacia Cuba en 50 años: algo que distraería a la opinión pública norteamericana de una los desastres de una Administración timorata y mendaz, pero sobre todo, permitiría a Barack Obama pasar a la historia como el Presidente que borró uno de los errores históricos más costosos del imperio.
  A mi forma de ver, no tengo muchas esperanzas en una solución favorable a este problema, sino acercamientos parciales y medidas inconclusas, lo mismo de siempre, pero ahora con otra cara.
  El tiempo dirá.
Por Pedro González Munné