¿Más viajes para debilitar al embargo?
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Relaciones Cuba-Estados Unidos:
  Recuerdo al Sr. John Parke Wright en el aeropuerto internacional José Martí de la Ciudad de La Habana. Regresábamos de una de las FIHAV (Feria de la Habana) que reúne cada año a miles de compradores cubanos y empresas extranjeras , pero para ser honesto, él estaba bastante molesto por la escasa recepción en la isla de sus ofertas.
  No es fácil hacer negocios con Cuba y mucho menos dado el embargo económico impuesto a la isla por casi 50 años que hace, sino imposibles, extremadamente complicadas cualesquiera negociaciones y compromisos entre las partes, por la intríngulis y las mentalidades burocráticas de ambas partes, sin contar los niveles de desconfianza de los cubanos por todo lo que provenga del lado enemigo.
  Hoy en día el Sr. Wright canalizó sus inquietudes y ha vendido miles de cabezas de ganado a la isla y ayer llamo aquí en Miami a viajar con un propósito y a restablecer las relaciones naturales entre vecinos, en este caso La Florida y Cuba, pues no vamos allá a apoyar a ningún Gobierno, sino a nuestros seres queridos y hacer una diferencia.
  La reunión en la que habló, patrocinada por la Fundación para la Normalización de las Relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, la cual ha tratado en los últimos cuatro años infructuosamente de alcanzar lo que su rumboso nombre predica, con participación del chárter judío en Miami, Xael y la influencia política de la también judía Alianza Martiana, cuyos ejecutivos son miembros de la Junta Directiva de esta institución.
  Sin embargo, la realidad es otra. Cuba durante más de diez años ha mantenido la política del buen vecino, comprando a precios mayores que el mercado mundial mercancías necesarias para la alimentación y sustento de su pueblo, acosado por el embargo del poderoso vecino. Gastando en mercancías y pagos de sobrestadía por transportación más de $800 millones de dólares al año, coincidentemente la cifra que reportan al país los pagos de la comunidad cubanoamericana por concepto de pasaportes, trámites y viajes.
  Esta política terminó, pues mientras de una parte se trataba de restablecer la normalidad de las relaciones con la apertura a negociaciones económicas, la experiencia determinó que a muchos menos precio y con socios más comprensivos se podían hacer mejores negocios, mientras por la parte norteamericana sus Administraciones aumentaban las restricciones de viajes y las campañas agresivas.
  La otra intervención interesante fue  la del Sr. John McAuliff, del Fondo por la Paz y la Reconciliación de Nueva York, un veterano de los derechos civiles quien dijo: los cubanos no controlan la política exterior norteamericana pero se involucran activamente, refiriéndose al exilio tradicional sobre todo de Miami y llamó a abrir los viajes y el embargo caerá...
  En realidad no es posible materialmente levantar las restricciones de viajes y por obra del Espíritu Santo restablecer un flujo normal de turismo norteamericano a Cuba. Tanto los cubanos como la Administracion Obama lo saben. No existen, ni la infraestructura ni los recursos para recibir no ya un millón de turistas adicionales, ni siquiera la cuarta parte sin consecuencias reales en la calidad de la atención y su salud.
  Con un embargo feroz que multa a quienes se atrevan a mover un centavo en negocios con Cuba fuera del control de la burocracia norteamericana, no es posible desarrollar la infraestructura en hoteles, alquiler de autos, restaurantes y tantos uno y miles de detalles que implican la compleja maquinaria del turismo, mantenida hoy por el esfuerzo y sacrificio de cientos de miles de profesionales del sector en la isla.
  La normalidad de las relaciones entre los dos países pasa por el respeto mutuo y el restablecimiento de contactos entre Gobiernos. Va por el camino de detener las ilusiones de que con la injerencia y la los viajes con un propósito se puede influir en la sociedad cubana y el destino de su pueblo. Conlleva a olvidarnos de la codicia desmedida de algunos y enfocar esos recursos en la verdadera solución del problema: el levantamiento del embargo.
por Pedro González Munné