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Respeto y concertación
  De nuevo se habla de la posibilidad de una conferencia con los emigrados en La Habana, producto del planteamiento de Andrés Gómez, presidente de la brigada Antonio Maceo en Nueva York el año pasado, en una reunión con el canciller cubano Felipe Pérez Roque, en la misión de Cuba ante las Naciones Unidas.
  Entonces como hoy, creo que por encima de las aspiraciones y deseos de cientos de miles de emigrados, no sólo en los Estados Unidos, sino en diferentes partes del mundo, de viajar a la isla y ser escuchados por personalidades cubanas, debe esta vez primar el concepto del respeto a nosotros como cubanos y a la vez por nuestra parte a la sociedad cubana, sin cuyos sacrificios y coraje no fuéramos lo que somos, donde quiera que estemos.
  Es hora de considerar que a pesar de las condiciones de nuestra partida, no todos somos enemigos, ni mafiosos, ni siquiera millonarios.
  Todos los países como el nuestro, dadas sus condiciones sociales y económicas, tienen instituciones dedicadas a la atención y asimilación de sus comunidades inmigrantes, las cuales están dirigidas sin duplicar las funciones de otros organismos- a la promoción de la cultura, facilitar el regreso, creación de becas para estudiar en el país, en fin, a la concentración de la reinserción de los inmigrantes al terruño.
  En el caso de los Estados Unidos, si fuéramos a encasillar a los emigrados, pudiéramos tener tres grandes grupos. En primer lugar los llamados "exiliados", en su mayoría personas mayores de 70 años (con sus honrosas excepciones) o delincuentes de más reciente deserción, negados a aceptar la realidad de lo que es la sociedad cubana de hoy. Ellos mismos se excluyen.
  Tenemos a los nacidos en los Estados Unidos, los cuales producto de la deficiente educación norteamericana y del odio implantado por los "exiliados", no conocen al país en su inmensa mayoría, pero cada vez más viajan a la isla.
  Por último está la gran mayoría de los emigrados, personas de una edad promedio de 45 años, llegados después de 1980 y que viajan constantemente a Cuba.
  En estos momentos, casi el 50 por ciento del millón de cubano americanos residentes en los Estados Unidos posee un pasaporte cubano, lo cual es una intención expresa de viajar.
  Estos dos grupos, son los más proclives de tener intereses en reintegrarse a la Nación, lo cual están haciendo efectivamente y a la vez, interactúan con cientos de miles de personas en la sociedad norteamericana, pues donde viven existen iglesias, escuelas, centros de trabajo y organizaciones sociales, en las cuales son participantes directos.
Si bien tradicionalmente los contactos por parte de instituciones y diplomáticos cubanos se han hecho con organizaciones de solidaridad y las escasas pero valientes asociaciones de cubano americanos favorables a la Revolución, es hora de comenzar a pensar que ese flujo constante de emigrados, sus hijos nacidos aquí y sus familiares y amigos, son los mejores embajadores de la sociedad cubana en los Estados Unidos.
  Repito que no se trata de duplicar o tomar las funciones que instituciones aduaneras, de inmigración, diplomáticas o turísticas puedan tener y desempeñen como en cualquier parte del mundo hacen. Se trata de extender el conocimiento, el aprecio y la información sobre la música, el arte, la cultura y la educación dentro de nuestra emigración y sus áreas de influencia.
  Creemos que es hora de considerar la creación de un museo de la emigración, donde se recoja la obra política, artística y social de tantos emigrados importantes dentro de la historia de la nación cubana y qué lugar mejor que el casco histórico de la Ciudad de la Habana, donde se ha dado una obra tan importante de rescate de nuestros valores.
  Sin Cuba no tendríamos el respeto y el orgullo de ser cubanos quienes tomamos el duro camino del inmigrante. Pero somos millones y crecemos con nuestros descendientes, amigos y vecinos. Es hora de armarnos con lo mejor de nosotros mismos y comenzar a defender nuestra Nación.
  Quién mejor para hacerlo que nosotros, los emigrados, continuando la tradición de Varela, Martí y Fidel, emigrados ellos mismos, quienes hicieron posible la sociedad cubana de hoy.
La Nación y la Emigración
Por Pedro González-Munné