Elogio de la bobería
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Editorial
  Los acontecimientos de los últimos tiempos en la política norteamericana hacia Cuba han tenido un variación no por predecible menos necia. De estrategia diplomática hemos pasado a la farándula, sin siquiera el amago de una púdica transición.
  La postura imperial hacia Latinoamérica continúa siendo atroz y prepotente, sino miope y sin iniciativa viable, o sea: necesitamos menos palabras y mas acción para un presidente al que llegó la hora de ser presidencial y considere convertir sus promesas de campaña en cuanto a inmigración para los latinos, relaciones comerciales con los vecinos y cambios con respecto a Cuba, en una realidad.
  En el caso del sur de la Florida, hemos tenido a Obama en el patio en la mejor forma en que los cubanoamericanos sabemos hacer: pagando la cuenta.
  Es lo que ha hecho Cuba en los últimos diez años de relaciones comerciales con los Estados Unidos, sin recibir intercambio comercial debido al embargo, se le han comprado alimentos y otros productos en un tedioso y feroz proceso de licenciamiento burocrático, por casi un billón de dólares anuales. Significativamente la misma cifra que producen por concepto de pasaportes, trámites, derechos de aterrizaje, procesamiento de remesas, de paquetes de ayuda familiar y otros, los cubanoamericanos que viajan a la isla.
  Cuba devuelve hasta el último centavo a este país del dinero que cobra por recibir a los comunitarios y adquiere productos que de otra manera pudiera tener en contratos de intercambio favorables por países de otras partes del mundo. ¿Sugerente o no?
  La política norteamericana cambió, la visión sobre la comunidad cubanoamericana ha pasado de ser de luchadores por la libertad, combatientes anticomunistas y puntal de las tradiciones republicanas, a un estorbo reaccionario y vividor del dinero del contribuyente, donde el lustre es de nuevo ser tocadores de maracas y bailadores de rumba.
  Cantantes reciclados que hicieron fortunas explotando los talentos de los compositores y artistas latinoamericanos recién arribados a estas playas, a pesar de renegar de su idioma y su cultura, aceptaron la transición al español por el billete real y ahora, se convierten en figuras políticas.
  Es como el caso del Sr. Montaner que ha ganado brillo en su debate con Silvio Rodriguez, un disparate para el cantautor cubano al ponerse a la altura de este miserable. Recuerdo cuando tuvimos un debate en un programa de Bernardita Pardo hacia unos años y dijo estar llamando desde Paris en un celular. Cuando no tuvo argumentos para discutir prometió volver al día siguiente. ¡Siéntate y espera!
  Dejó las alturas de la lucha en París y Madrid para regresar al redil miamense y seguir pegado a la payola federal porque allá se cansaron de sus miserias.
  En fin, no sé lo que le susurró a Obama el Sr. Estefan, o si comió tamales o croquetas de la calle Ocho y sinceramente no me interesa, pero puedo recomendarle algunas cosas para solucionar la crisis con Cuba y tal vez pulir su imagen latinoamericana e internacional:
  En vez de gastar millones en una disidencia que no representa nada para la realidad cubana actual y terminar fomentando a organizaciones reaccionarias y sin un talento de cambio, tome decisiones presidenciales y no nos haga esperar otros 50 años:
  Primero: Nombre un enviado plenipotenciario (no Estefan por favor) que hable español y vaya a La Habana a discutir temas importantes, como la estabilización de las relaciones diplomáticas y la eliminación de la ley de ajuste cubano.
  Segundo: Permita la libertad de viaje de los norteamericanos y elimine con esto una limitación anti constitucional y absurda.
Y finalmente, si no es mucho pedir, deje descansar a los cadáveres y no le dé un centavo a las organizaciones del exilio, tal vez así podamos tener un poco de paz en el sur de la Florida.
  No le pido el levantamiento del embargo, porque no está a su alcance, pero es algo que completaría la justicia de una agresión criminal y miope contra generaciones de cubanos.
  Es todo señor Presidente y por cierto, felicitaciones, al menos no sé si las croquetas de los Estefan le dieron acidez, pero dos millones de dólares pagan tremenda cantidad de bicarbonato.


Por Pedro González Munné